jueves, 16 de agosto de 2007

SAMSON


Las cien zorras mordieron el trigo y corrieron por el espejismo amarillo que calcinaban al trote. Detiene el pie en el umbral, cae el sol y caen cien pájaros abrasados, da un paso, una polilla se incendia.
Yo, el ángel, digo: abominarás la sidra y el vino, porque ellos traban la voluntad y enloquecen el espíritu; ninguna navaja tocará tus cabellos; entonces, guardaré a tu pueblo.
¿Qué redime al sanguinario? Una quijada aguantando la sangre de mil hombres, otros incontables en el polvo contra dos columnas. Pero el filo de unos dedos siempre, pero el corte entre las sábanas, pero el fuego de soles que ya no existen, siempre.

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